De cómo impacta el CEC fuera del CEC

Me acuerdo de que cuando empezamos a rondar la idea de investigar qué impacto fuera del CEC tenían los trayectos que hacen los pibes participando de sus espacios y talleres, uno de los mayores desafíos que se nos planteaban era cómo “medirlos”, cómo “leerlos”, cómo “sistematizarlos”. Acordamos convencidísimos en que la existencia del CEC mejora la calidad de vida de la comunidad carrillense, en que de alguna manera, o de varias, desde el CEC se apoya a la escuela, o más bien, la escolaridad, las biografías escolares de los pibes.Pero cómo, cómo comprobarlo? ¿Qué indicadores podrían conectar “Juegoteca”-por nombrar un taller- con la escuela 19”? ¿Qué datos relacionarían el vínculo humano, el modo de relación entre los pibes y los profes del CEC con la repitencia? ¿Números tal vez? Sentimos que no alcanzan. O que no siempre se prestan para explicar la naturaleza o la profundidad de lo que hablamos.Una posibilidad entonces, es despreocuparse un poco por encajar las cosas que suceden en estadísticas y leer más las historias de vida.Por ejemplo, Facundo Areco. Podríamos decir: “su participación en el CEC hizo que hoy sea un joven trabajador”…¡Y cuánto, cuánto se pierde al nombrar semejante biografía en la simple relación “Un participante = Un trabajador”! Porque fue un camino larguísimo, de años, de ripio. Con las idas y vueltas del quilombo que otra institución no hubiera soportado (la escuela primaria común no lo pudo aguantar hasta 7° grado). Y hubo también una persona clave: Claudio, que apostó a que Facu podía zafar de un destino que lo esperaba como la boca negra y abierta de un lobo. Arriesgando una y otra vez porque una oportunidad no alcanza para aprender a asumirla. Y dos tampoco. Defendiendo lo que muchos otros veían mal… como si el pibe, por estar enredado en los problemas de la droga y sus secuaces, no se mereciera esas oportunidades.Y yo creo que justamente, el trabajo es lo que lo “salvó”. Lo que abrió una puerta y un camino. Un motivo para poner la mirada más allá del hoy y llegar a programarse un futuro. Un trabajo que todo el tiempo le estaba mostrando su capacidad y las fichas que Claudio pone en él. Después vendría de nuevo la participación en el CEC…y la radio. Y con la radio, el descubrimiento de otra música, diferente a la cumbia única de hasta entonces. Y con la radio, la toma de la palabra. Porque ahí estuvo Fernando, que apenas vio por una hendija que este pibe tenía algo para decir y quería decirlo, le fue abriendo el espacio, ampliando el espacio…hasta que él mismo pudiera proyectarlo y proyectarse en él. Y es una alegría enorme verlo junto a su hermano Gokú, creciendo junto a su hermano Gokú-al que trajo “de su mano” al CEC-, dis-fru-tan-do junto a su hermano Gokú…Sergio los encontró un día comprando plantas en un vivero. Plantas para su casa. ¡Plantas para su casa! ¿Se entiende la dimensión de esto que cuento? Plantas para la casa es pensar más allá de sobrevivir el día. No son comida, no son agua, no son ropa. Comprar plantas para la casa habla de una percepción de la vida, de determinado uso del tiempo libre, de una intención estética, de una relación con la naturaleza que excede las funciones vitales… qué se yo, lo veo como signo excelente.También el otro día mostraron algo importante. Justo en este último tiempo en que la huerta del CEC venía sufriendo “ataques”: basura, alambrado roto, plantas pisadas o arrancadas… El otro día cuando llegué a la biblio, al abrir la puerta del patio los vi levantando cada papelito que había en el pasto y en la huerta. Solos, como limpiado un lugar querido, porque ya no les da lo mismo entrar y ver la basura allí. Y díganme si no es esta una pequeña gran muestra de lo que es para ellos este espacio. Lo digo sobretodo, porque esto no pasaba en el 2000 y tampoco hubiera pasado en el 2004…pasa ahora, en el 2009. Miren si los procesos llevan tiempo! Lo que me atrevo a apostar, es que este punto en ellos ya no tiene vuelta atrás. Están parados seguros en un lugar que eligen. Y creo que hubo mucho tiempo, muchos años, en que no pudieron elegir verdaderamente. Ya sabemos, la libertad se aprende.En realidad, hoy quería contar otra cosa. Pero sólo mencionar a Facu me trajo todos estos pensamientos. Es un ejemplo feliz, entre otros que no lo son, ya lo sé.Lo que quería escribir fue lo que pude ver en Sofía Gómez estos días. Y en algo se parece a lo que dije de Facu…porque entiendo que a veces querríamos ver resultados más inmediatos o más claros del trabajo en el que ponemos cuerpo y alma. Y puede ser que mucho del impacto que nuestra tarea tiene en los pibes, no se refleje hacia adentro del mismo CEC y sí se vea de distintas maneras afuera, en otros espacios, como la escuela.La semana pasada Sofi vino a la biblio a buscar cuentos de terror. Conversando, me contó que los miércoles va a 3° grado a contarles historias a los chicos, por un acuerdo hecho entre ella y el maestro Fernando. Como el año pasado Sofi fue una de las autoras de un cuento de miedo hecho con sombras, le pregunté si no quería que un miércoles fuéramos juntas y nos entusiasmamos mutuamente con la idea. Ese día fue anteayer. Yo le había mandado una nota al maestro con la propuesta y a pesar de que no hablamos nunca personalmente, por alguna razón tuvo la confianza para decir que sí.En el recreo preparamos el aula: el plástico negro en las ventanas, las mesas corridas contra un rincón, las hojas del cuento colgadas de un piolín entre dos sillas, el libro negro y las velas.Cuando volvieron los chicos del recreo y entraron al aula, festejaron el cambio. Enseguida nos acomodamos para empezar. Varios alumnos de ese grado conocían la biblio y se los veía especialmente contentos de encontrarnos en la escuela. Sofi y yo explicamos que el cuento fue inventado por un grupo de chicos del barrio…y la atención fue creciendo cuando la luz de la vela empezó a recortar sombras en cada página. Los chicos, sin que lo hubiéramos pedido, empezaron a hacer la voz del personaje del cuento pidiendo tenebrosamente “ayuuuuda…”, participaron con el silencio y las palabras del relato. Algunos, como siempre pasa, se acercaban a mirar de cerca y tenía que pedirles que se corran. Querían ver por qué las sombras se movían, así que terminado el cuento les mostré la técnica. Mientras contaba, veía cómo el maestro también disfrutaba junto con sus alumnos. Y eso también es importante.Sofi preguntó si quería un cuento más y todos respondieron que sí. Leí El tatuaje, de De Vedia. Quedaron muy enganchados con la historia. Mientras leía, y mientras veía su caras, sus ojazos abiertos, su asombro, sus preguntas…tenía la conciencia de disfrutar enormemente esta situación de lectura.También hubo un regalo: un verso con un murciélago que hace sombras y una bruja con caldero que descubre los ingredientes de su hechizo cuando la hoja es puesta contra la luz.En un momento uno de los chicos preguntó: “¿Dónde queda la biblioteca?”. Le dije la dirección y le pregunté si sabía dónde era. Pero dijo que no. Seguramente vive de la escuela hacia Fátima. Aproveché entonces para invitar al Maestro a que vinieran de visita un día. Él le trasladó la invitación a los chicos “¿Quieren que vayamos un día todos juntos?” y un hermoso coro de “¡Siií!” coronó la fiesta.Sofi estaba muy contenta y para mí, haber compartido esta propuesta de lectura con ella fue muy importante. Ella viene a la biblio desde los 4 años. En la biblio, fue mucho tiempo oyente de cuentos leídos en voz alta, y mientras adquiría la lectoescritura, también transitó la biblio y sus libros, primero haciendo el esfuerzo de desentrañar las claves del mundo escrito…y después, siendo lectora para sus hermanos más chicos….y ahora, estábamos juntas en la escuela. Juntas. Mucho más crecidas las dos.Mientras guardaba y bajaba las escaleras, pensaba en que todo esto no es casual. Y que tiene mucho, muchísimo que ver con la participación de Sofía en el CEC. El gusto por la lectura, la soltura para contar, el cuento inventado el año pasado, la decisión de venir a buscar libros para leer en la escuela, de prenderse en la propuesta compartida… Creo que lo que pasó el miércoles es una muestra de cómo impactan de alguna manera las vivencias del CEC en algunos pibes. Y otra vez, el número sería “1”. Una alumna: Sofi. Pero Sofi no cabe en el palito del uno. Por eso hace falta decir todas estas palabras a su alrededor.Ahora una parte difícil. Marcela, su mamá, me iba a abrir la puerta. Aproveché para contarle con alegría lo que acababa de pasar.- Ahhh- me dijo en mal tono- justo iba a hablar, porque Sofi está yendo mucho a los locales…-y?-pregunté.-y…que está mucho ahí y deja otras cosas de lado…(yo estaba a la defensiva porque pensé que me iba a hablar de las responsabilidades de Sofi en la cas, porque casi siempre anda a cargo de su hermana más chiquita…sin tener demasiados espacios para participar ella sola, pero la cosa no vino por ahí)-¿Cómo qué?-Catequesis. Tendría que haber tomado la comunión, pero no…como va los sábados a la murga…Y la conversación fue para el lado de las posibilidades: que seguramente habría una forma de combinar horarios. Y para el lado de ayudar a Marcela a ver cuánto bien le hace a Sofi participar del CEC: que mirá cómo le gusta leer para los chicos….que tal vez su vocación tenga que ver con eso…qué cuánto creció como lectora…No creo que todos los “resultados” de nuestro trabajo requieran años para ser visibles ni muchos menos. Pero me impresiona enormemente ver cosas como estas, después de mucho tiempo. Y a la vez alientan para seguir intentado lo que hoy no parece tener solución, poniendo la mirada más allá del tiempo cercano.Seguramente cada profe del CEC pude dar otros ejemplos de esto que digo. Particularmente, tengo la necesidad de dejarlo escrito. Palabras escritas para la memoria del CEC.María Inés 20 de noviembre de 2009Me acuerdo de que cuando empezamos a rondar la idea de investigar qué impacto fuera del CEC tenían los trayectos que hacen los pibes participando de sus espacios y talleres, uno de los mayores desafíos que se nos planteaban era cómo “medirlos”, cómo “leerlos”, cómo “sistematizarlos”. Acordamos convencidísimos en que la existencia del CEC mejora la calidad de vida de la comunidad carrillense, en que de alguna manera, o de varias, desde el CEC se apoya a la escuela, o más bien, la escolaridad, las biografías escolares de los pibes.Pero cómo, cómo comprobarlo? ¿Qué indicadores podrían conectar “Juegoteca”-por nombrar un taller- con la escuela 19”? ¿Qué datos relacionarían el vínculo humano, el modo de relación entre los pibes y los profes del CEC con la repitencia? ¿Números tal vez? Sentimos que no alcanzan. O que no siempre se prestan para explicar la naturaleza o la profundidad de lo que hablamos.Una posibilidad entonces, es despreocuparse un poco por encajar las cosas que suceden en estadísticas y leer más las historias de vida.Por ejemplo, Facundo Areco. Podríamos decir: “su participación en el CEC hizo que hoy sea un joven trabajador”…¡Y cuánto, cuánto se pierde al nombrar semejante biografía en la simple relación “Un participante = Un trabajador”! Porque fue un camino larguísimo, de años, de ripio. Con las idas y vueltas del quilombo que otra institución no hubiera soportado (la escuela primaria común no lo pudo aguantar hasta 7° grado). Y hubo también una persona clave: Claudio, que apostó a que Facu podía zafar de un destino que lo esperaba como la boca negra y abierta de un lobo. Arriesgando una y otra vez porque una oportunidad no alcanza para aprender a asumirla. Y dos tampoco. Defendiendo lo que muchos otros veían mal… como si el pibe, por estar enredado en los problemas de la droga y sus secuaces, no se mereciera esas oportunidades.Y yo creo que justamente, el trabajo es lo que lo “salvó”. Lo que abrió una puerta y un camino. Un motivo para poner la mirada más allá del hoy y llegar a programarse un futuro. Un trabajo que todo el tiempo le estaba mostrando su capacidad y las fichas que Claudio pone en él. Después vendría de nuevo la participación en el CEC…y la radio. Y con la radio, el descubrimiento de otra música, diferente a la cumbia única de hasta entonces. Y con la radio, la toma de la palabra. Porque ahí estuvo Fernando, que apenas vio por una hendija que este pibe tenía algo para decir y quería decirlo, le fue abriendo el espacio, ampliando el espacio…hasta que él mismo pudiera proyectarlo y proyectarse en él. Y es una alegría enorme verlo junto a su hermano Gokú, creciendo junto a su hermano Gokú-al que trajo “de su mano” al CEC-, dis-fru-tan-do junto a su hermano Gokú…Sergio los encontró un día comprando plantas en un vivero. Plantas para su casa. ¡Plantas para su casa! ¿Se entiende la dimensión de esto que cuento? Plantas para la casa es pensar más allá de sobrevivir el día. No son comida, no son agua, no son ropa. Comprar plantas para la casa habla de una percepción de la vida, de determinado uso del tiempo libre, de una intención estética, de una relación con la naturaleza que excede las funciones vitales… qué se yo, lo veo como signo excelente.También el otro día mostraron algo importante. Justo en este último tiempo en que la huerta del CEC venía sufriendo “ataques”: basura, alambrado roto, plantas pisadas o arrancadas… El otro día cuando llegué a la biblio, al abrir la puerta del patio los vi levantando cada papelito que había en el pasto y en la huerta. Solos, como limpiado un lugar querido, porque ya no les da lo mismo entrar y ver la basura allí. Y díganme si no es esta una pequeña gran muestra de lo que es para ellos este espacio. Lo digo sobretodo, porque esto no pasaba en el 2000 y tampoco hubiera pasado en el 2004…pasa ahora, en el 2009. Miren si los procesos llevan tiempo! Lo que me atrevo a apostar, es que este punto en ellos ya no tiene vuelta atrás. Están parados seguros en un lugar que eligen. Y creo que hubo mucho tiempo, muchos años, en que no pudieron elegir verdaderamente. Ya sabemos, la libertad se aprende.En realidad, hoy quería contar otra cosa. Pero sólo mencionar a Facu me trajo todos estos pensamientos. Es un ejemplo feliz, entre otros que no lo son, ya lo sé.Lo que quería escribir fue lo que pude ver en Sofía Gómez estos días. Y en algo se parece a lo que dije de Facu…porque entiendo que a veces querríamos ver resultados más inmediatos o más claros del trabajo en el que ponemos cuerpo y alma. Y puede ser que mucho del impacto que nuestra tarea tiene en los pibes, no se refleje hacia adentro del mismo CEC y sí se vea de distintas maneras afuera, en otros espacios, como la escuela.La semana pasada Sofi vino a la biblio a buscar cuentos de terror. Conversando, me contó que los miércoles va a 3° grado a contarles historias a los chicos, por un acuerdo hecho entre ella y el maestro Fernando. Como el año pasado Sofi fue una de las autoras de un cuento de miedo hecho con sombras, le pregunté si no quería que un miércoles fuéramos juntas y nos entusiasmamos mutuamente con la idea. Ese día fue anteayer. Yo le había mandado una nota al maestro con la propuesta y a pesar de que no hablamos nunca personalmente, por alguna razón tuvo la confianza para decir que sí.En el recreo preparamos el aula: el plástico negro en las ventanas, las mesas corridas contra un rincón, las hojas del cuento colgadas de un piolín entre dos sillas, el libro negro y las velas.Cuando volvieron los chicos del recreo y entraron al aula, festejaron el cambio. Enseguida nos acomodamos para empezar. Varios alumnos de ese grado conocían la biblio y se los veía especialmente contentos de encontrarnos en la escuela. Sofi y yo explicamos que el cuento fue inventado por un grupo de chicos del barrio…y la atención fue creciendo cuando la luz de la vela empezó a recortar sombras en cada página. Los chicos, sin que lo hubiéramos pedido, empezaron a hacer la voz del personaje del cuento pidiendo tenebrosamente “ayuuuuda…”, participaron con el silencio y las palabras del relato. Algunos, como siempre pasa, se acercaban a mirar de cerca y tenía que pedirles que se corran. Querían ver por qué las sombras se movían, así que terminado el cuento les mostré la técnica. Mientras contaba, veía cómo el maestro también disfrutaba junto con sus alumnos. Y eso también es importante.Sofi preguntó si quería un cuento más y todos respondieron que sí. Leí El tatuaje, de De Vedia. Quedaron muy enganchados con la historia. Mientras leía, y mientras veía su caras, sus ojazos abiertos, su asombro, sus preguntas…tenía la conciencia de disfrutar enormemente esta situación de lectura.También hubo un regalo: un verso con un murciélago que hace sombras y una bruja con caldero que descubre los ingredientes de su hechizo cuando la hoja es puesta contra la luz.En un momento uno de los chicos preguntó: “¿Dónde queda la biblioteca?”. Le dije la dirección y le pregunté si sabía dónde era. Pero dijo que no. Seguramente vive de la escuela hacia Fátima. Aproveché entonces para invitar al Maestro a que vinieran de visita un día. Él le trasladó la invitación a los chicos “¿Quieren que vayamos un día todos juntos?” y un hermoso coro de “¡Siií!” coronó la fiesta.Sofi estaba muy contenta y para mí, haber compartido esta propuesta de lectura con ella fue muy importante. Ella viene a la biblio desde los 4 años. En la biblio, fue mucho tiempo oyente de cuentos leídos en voz alta, y mientras adquiría la lectoescritura, también transitó la biblio y sus libros, primero haciendo el esfuerzo de desentrañar las claves del mundo escrito…y después, siendo lectora para sus hermanos más chicos….y ahora, estábamos juntas en la escuela. Juntas. Mucho más crecidas las dos.Mientras guardaba y bajaba las escaleras, pensaba en que todo esto no es casual. Y que tiene mucho, muchísimo que ver con la participación de Sofía en el CEC. El gusto por la lectura, la soltura para contar, el cuento inventado el año pasado, la decisión de venir a buscar libros para leer en la escuela, de prenderse en la propuesta compartida… Creo que lo que pasó el miércoles es una muestra de cómo impactan de alguna manera las vivencias del CEC en algunos pibes. Y otra vez, el número sería “1”. Una alumna: Sofi. Pero Sofi no cabe en el palito del uno. Por eso hace falta decir todas estas palabras a su alrededor.Ahora una parte difícil. Marcela, su mamá, me iba a abrir la puerta. Aproveché para contarle con alegría lo que acababa de pasar.- Ahhh- me dijo en mal tono- justo iba a hablar, porque Sofi está yendo mucho a los locales…-y?-pregunté.-y…que está mucho ahí y deja otras cosas de lado…(yo estaba a la defensiva porque pensé que me iba a hablar de las responsabilidades de Sofi en la cas, porque casi siempre anda a cargo de su hermana más chiquita…sin tener demasiados espacios para participar ella sola, pero la cosa no vino por ahí)-¿Cómo qué?-Catequesis. Tendría que haber tomado la comunión, pero no…como va los sábados a la murga…Y la conversación fue para el lado de las posibilidades: que seguramente habría una forma de combinar horarios. Y para el lado de ayudar a Marcela a ver cuánto bien le hace a Sofi participar del CEC: que mirá cómo le gusta leer para los chicos….que tal vez su vocación tenga que ver con eso…qué cuánto creció como lectora…No creo que todos los “resultados” de nuestro trabajo requieran años para ser visibles ni muchos menos. Pero me impresiona enormemente ver cosas como estas, después de mucho tiempo. Y a la vez alientan para seguir intentado lo que hoy no parece tener solución, poniendo la mirada más allá del tiempo cercano.Seguramente cada profe del CEC pude dar otros ejemplos de esto que digo. Particularmente, tengo la necesidad de dejarlo escrito. Palabras escritas para la memoria del CEC.María Inés 20 de noviembre de 2009